MARRUECOS, UN MUNDO POR DESCUBRIR A LA PUERTA DE CASA

MARRUECOS, UN MUNDO POR DESCUBRIR A LA PUERTA DE CASA

Marruecos es sin duda un país increíblemente peculiar, con una cultura tan distinta de la nuestra que cuesta creer que estemos tan cerca. Pero lo cierto es que nuestra experiencia es la misma viajemos a donde viajemos, en cualquier ciudad, en cualquier camino, encontramos a personas que hacen que nuestro corazón vuelva un poco más lleno de alegría y cariño.

Y como no, nuestro paso por Marruecos no es una excepción. Visitar a nuestro amigo y socio Moha Osaadi y compartir con el el desierto ha sido una experiencia que siempre recomendaremos a nuestros viajeros.

Llegamos a Tánger desde Algeciras en el Ferry, después de haber disfrutado de los delfines que salieron a despedirnos, y de las vistas que desde la cubierta realmente merecen la pena.

 

Una vez allí y tras el trámite de la aduana, un poco tedioso la verdad, con los señores policías y sus prácticas “poco ortodoxas”, ponemos rumbo a Casablanca para pasar la noche como escala hacia Marrakech. Comenzamos a tomar el pulso a la “conducción en Marruecos”, bueno, como explicar…. un detalle, allí los intermitentes están para adornar los coches y que estén más bonitos, 🙂 . Aprovechamos el camino para tomar contacto con la gastronomía local parando en un restaurante en ruta y disfrutando de un suculento almuerzo a base de tajine de ternera y fruta, buenísimo. Buena carretera, y hermosas vistas, a ratos bordeando el mar, que dejaba ver hermosas y solitarias playas.

 

En Casablanca nos alojamos en el Business hotel 4*, muy bien situado, cómodo y con buenas habitaciones y servicios, salimos a dar una vuelta, hermosa ciudad, mucho ambiente y personas en la calle,  La Mezquita de Hassan II junto al mar, La Antigua Catedral del Sagrado Corazón, o la Plaza de Las Naciones Unidas, son algunos de los sitios imprescindibles. Y a cenar al restaurante La Scala, con  un patio ajardinado que es una delicia, y por supuesto otra vez a hartarnos de comer, te aseguro que te sorprende la cantidad y calidad de la comida, sus sabores y olores, música autóctona y ambiente relajado. Taxi (el mismo que nos trajo) que nos vino a buscar a la hora convenida, y a dormir.

 

Por la mañana de nuevo en ruta hacia el sur, dirección Marrakech.

Llegamos sobre medio día, y frente a la estación de autobuses (lugar de encuentro) nos esperaba nuestro amigo Moha. Saludos, abrazos, y puesta en común sobre itinerario y actividades a realizar en los próximos días.

Una vez puestos al día nos condujo hasta un aparcamiento donde dejamos el coche con vigilancia muy cerca del hotel, junto a la “plaza roja“, la gran plaza de Jamaa el Fna, plaza central y más representativa de Marrakech. Alojamiento en el hotel Islane, perfectamente situado frente a la Mezquita de Koutobia, la que junto a su gran Minarete Koutobia que pudimos contemplar desde la impresionante terraza del hotel mientras almorzábamos, nos recordaba un poco a la silueta de la Giralda de nuestra Sevilla. Almuerzo con la excelente comida local, un poco de descanso, y a solo varios minutos a pié de la Plaza Roja quién puede esperar más?, a visitarla.

 

 

 

 

 

 

La Plaza de Jamaa el Fna es la plaza central de Marrakech y el lugar más importante de la medina. En ella se desarrolla la vida pública de Marrakech tanto de día como de noche. La plaza tiene muchas caras que van cambiando conforme va avanzando el día y cae la noche. Durante el día encontramos domadores de monos que se te suben encima o encantadores de serpientes,  quienes estoy seguro te sorprenderán con sus peripecias. María, no es muy amante de los “bichos”:-) , por lo que sobre todo a las serpientes, les dimos un “prudente rodeo de seguridad” 😉 .

La plaza está rodeada de cientos de puestos de souvenirs, especias, tés, y una multitud de artículos de artesanía de todo tipo. Te pierdes, se para el tiempo, y entre regateo y regateo, nos sentamos con el amigo Mohamed en su pequeña tienda de especias. Mientras nos cuenta como cada una de la hiervas que nos presenta puede hacer algo bueno por nosotros, desde curarnos a darnos fuera en cierta parte 🙂 , nos hace una mezcla expresamente para nosotros, la cual degustamos a sorbos servidos de su tetera y por supuesto compramos para tener ese sabor inconfundible al té de Marruecos en nuestro regreso a casa.

Volvemos por este laberinto de calles llenas de gente que conforman el zoco, esquivando el tráfico de ciclomotores que pasa por las mismas como si fuera una autopista, desde luego debes tener mucha atención para evitar terminar subido al manillar de alguno, a la Plaza Roja. Decidimos contemplar el atardecer desde la espectacular terraza del restaurante La France, tomar un té de menta y un magnífico batido de fruta, mientras disfrutamos de las vistas y bullicio de la Plaza Roja.

Por la noche desaparecen los tenderetes de la mañana y se llena de puestos de comida donde poder cenar, músicos improvisados y espectáculos de diferente índole. Si tu estómago lo permite, puedes cenar en cualquiera de los cientos de puestos de comida de todo tipo por un precio muy económico, nosotros decidimos dejar la plaza y buscar un sitio donde cenar y descansar un poco de la intensísima tarde que disfrutamos. Nuestro amigo Moha, nos recomendó un restaurante cerca del hotel donde disfrutamos de una copiosa cena a base de cuscús, tajine de cordero y riquísimos postres de la repostería Marroquí, y cerrar la velada con una baile de una muy habilidosa bailarina, que conseguía bailar con un impresionante tocado de velas sobre su cabeza a cambio de una propina.

 

Despedida, y con un buen sabor de boca y una sonrisa al recordar las coreografías realizadas junto a la bailarina, un paseo en una noche con una temperatura ideal y a la cama.

Como de costumbre nos levantamos temprano, y tras desayunar en la impresionante terraza del hotel junto a Moha quién ya nos esperaba, partimos para nuestra aventura en el Sur marroquí, destino Ouarzazate, como etapa para nuestro fin de jornada previsto en Las Gragantas del Dades. 

Tomamos la mítica carretera del Tizi-n´Tichka, para seguir disfrutando con la “peculiar forma de conducir marroquí”, un recorrido donde la montaña los paisajes y los pueblos camuflados en estos, fueron los protagonistas que nos dejaron con la boca abierta. La carretera nacional 9 que comunica Marrakech con Ouarzazate y el sur marroquí es de esas de película. Tiene tantas curvas que aunque lo intentamos perdimos la cuenta, pero su belleza es increíble. En cada pequeño aparcamiento o curva aparecen los vendedores que quieren cambiar sus piezas por algún dirham (moneda marroquí). Puedes encontrar casi de todo, desde nueces recién recolectadas a alfarería, sin olvidar las piedras “preciosas”, o los tradicionales fósiles.

 

 

 

 

 

 

Vamos ganando altura conduciendo entre escarpadas montañas del Atlas que van cambiando de color, violeta, verde, marrón, rojo o naranja, entre tráfico denso y lento, y algún que otro “bachecillo”, pero la belleza, y los comentarios de Moha respecto a todo lo que estábamos viendo, nos hizo olvidar cualquier contratiempo. Llegamos hasta el alto del Tichka (2260 metros), donde Moha nos hizo parar para que pudiésemos contemplar el increíble paisaje y hacer algunas fotos, hasta el momento las que hicimos fue en marcha desde el coche, mientras nos explicaba el significado de la orografia que estábamos contemplando. Todo un lujo.

Comenzamos la bajada por la vertiente sur del Atlas, y pronto comenzamos a ver un terreno cada vez más seco, atravesamos pequeños pueblos con casas de adobe, y  la carretera ahora casi recta y sin tráfico, nos fue acercando a distintas Kasbas. Las kasbas son algo así como castillos de adobe. Construidos para proteger el grano y la población de ataques e inclemencias atmosféricas, principalmente vientos y altas temperaturas, tienen una gran presencia en esta zona del país. Cuando estas edificaciones se agrupaban entre sí, la construcción adopta el nombre de ksar.

Palmerales sorprendentes, que emergían en lechos de rios secos, o con un pequeño hilo de agua, donde parábamos a contemplar, fotografiar y descansar del viaje, mientras Moha nos explicaba la historia de cada una de las Kasbas, y su transformación a lo largo del tiempo.

Nos paramos para visitar una de las más importantes, la Kasbah de Ait Ben Haddou, una de las kasbahs mejor conservadas de todo Marruecos y representa un ejemplo sobresaliente de las fortalezas en la zona de los valles del Draa, Todgha, Dades y Sous, sorprendente. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, no se sabe con determinación la fecha de la que data esta construcción pero,  las autoridades protegieron este lugar desde el año 1953. Ha sido plató en muchas películas, entre las que se encuentran Lawrence de Arabia o Gladiator. Recorrimos sus calles, tuvimos la oportunidad de ver y compartir el trabajo de varios artesanos y músicos bereberes con instrumentos y canciones ancestrales. Todo junto con la excepcional guía de Moha en todo momento es una visita imprescindible en nuestra visita a Marruecos.

 

 

 

 

 

 

Y llegamos a Ouarzazate, una ciudad de 60.000 habitantes situada a las “puertas” del desierto y entre montañas, que lleva años siendo como un enorme plató de cine. Cuenta con varios estudios y a la belleza de las construcciones en adobe y barro, hay que sumar las constantes alusiones al cine en sus calles, lo primero que ves al entrar es una rotonda con una enorme clapeta de cine. Nuestro paso fue rápido, ya que habíamos parado varias veces por el camino para visitar Kasbahs y palmerales a nuestra petición, por la belleza de estos, a lo que Moha asintió de buen grado, a la vez que nos deleitó con historias y curiosidades de la zona. Varias visitas por calles, y parada para almorzar, y seguimos en ruta hacia las Gargantas del Dades.

Salimos de Ouarzazate, y seguimos el recorrido del río Dadés que fluye a través del valle para refrescar un camino sinuoso lleno de frutales, nogales, trigo, abedules y almendros, sobre un extraordinario telón de fondo de espectaculares formaciones rocosas que dan forma a la cordillera del Atlas. Camino de unas 2 horas de carretera “interesante”, requiere “paciencia y buena letra” pero las indicaciones de Moha y la belleza del paisaje hacen imprescindible esta ruta.

Llegamos a la Garganta, espectacular la formación de paredes rocosas, y  magnífica situación del hotel  Le Chateau du Dades  donde nos alojamos, en plena garganta. Por la fachada teníamos la carretera que atraviesa la garganta hasta su parte más alta, y a la espalda, con unas vistas espectaculares el río Dades, el cual podíamos observar desde la terraza trasera del hotel mientras tomábamos un té, o comentábamos el recorrido con nuestro amigo y guía Moha.

Una vez instalados, subimos con el coche por la serpenteante carretera que te lleva hasta la parte más alta de la garganta, espectacular la vista, fotos inolvidables, y la reflexión; por ahí hemos subido con el coche? pues ahora hay que bajar. Por suerte, poco tráfico y la carretera en buen estado, por lo que aparte de la altura  y las curvas de 180º poco más de lo que preocuparse…..

 

Cena estupenda en el hotel, y sobremesa compartiendo con otros grupos, sus guías y acompañantes, aprovechamos para saber de la cultura e historia de Marruecos, unas risas, y a descansar, mañana nos toca otra larga y divertida jornada hasta llegar al desierto.

Partimos temprano como de costumbre, y atravesamos la Garganta del Dadés  visitando pueblos típicos, y conociendo a nómadas Bereberes de la montaña de la mano de nuestro guía Moha. Viajamos camino a las gargantas del Todra, pero hacemos una parada para probarnos la vestimenta típica Bereber en un comercio donde de la mano de nuestro guía nos atienden estupendamente, y con toda la paciencia del mundo. Chilabas, pañuelos, turbantes, sandalias…… colores vivos, adornos y abalorios, difícil elegir entre tanta variedad y belleza, pero al desierto hay que llegar equipado.

Aprovechamos la estancia para a conocer a una de las mujeres que nos atiende, y que es una artista con la pintura de manos (Henna), tinte color marrón rojizo que se extrae de la cáscara y hojas secas e la planta del mismo nombre,  y es utilizado desde hace mucho tiempo en el norte de África. Evidentemente María no pudo resistirse a probar…..

Dejamos la tienda y seguimos hasta las Gargantas del Todra, reconocidas mundialmente por ser uno de los cañones rocosos más espectaculares. Los acantilados atraen a muchísimos deportistas que vienen a disfrutar de su pasión ya que goza de gran reputación entre los escaladores, sobre todo europeos (españoles y franceses en su mayoría), aunque en la actualidad se haya convertido en una enorme escuela. En algunos lugares las gargantas sólo tienen 33 metros de ancho, pero cuentan con unos acantilados de más de 100 metros de altura a cada lado del río.

Después de disfrutar de estas espectaculares vistas, y por supuesto refrescarnos en las aguas cristalinas del río Todra, un almuerzo típico para tomar fuerzas. A estas alturas, ya sabemos que debemos compartir algunos platos, sino dentro de poco no cabremos en la ropa 🙂 , comida típica marroquí, tajine, de carne, pescado, pan y por supuesto unos dulces de postre, todo estupendo, pero eso sí comienzo a echar de menos un buen vino.

Después de almorzar en las gargantas del Toldra, tomamos  la ruta del alquitrán, atravesamos el importante palmeral de Tineghir, un oasis de 85.000 habitantes que se extiende unos 30 km de largo y de varios kilómetros de ancho para llegar a la ciudad de Erfoud.  Tineghir  significa la de la montaña,  en la lengua Tamazight,  que se habla en esta zona de Marruecos. Impresionante ver la explosión de verdor de las palmeras, paramos para hacer unas fotos y estirar las piernas.

Y desde aquí hacia Merzouga, donde dejamos nuestros equipajes en un hotel al borde mismo de las dunas, El campamento. Es un hotel interesantísimo, hecho de adobe y barro como las construcciones de la zona, impresiona ver la forma de sus techos de caña y madera, sobrio, pero con encanto. Nos refrescamos del camino, y después de beber un té, comienza la aventura!! nos subimos a los camellos hacia las dunas de Herb Chebbi, el desierto más accesible de Marruecos, tiene unos 20 Km de largo y  4-5 Km de ancho, y algunas de sus dunas piramidales sobrepasan el centenar de metros de altura.

La primera toma de contacto, con cautela, la primera vez que subimos en dromedario, así que tranquilo y buena letra 🙂 , pero en cuanto comenzamos la marcha, a disfrutar…… El contoneo de los dromedarios al atacar cada duna, con paso lento, a la orden del camellero, la arena de sus dunas anaranjadas, el atardecer….. realmente nos transportamos a otro mundo, a otra época.

A la vez que nos adentramos en el desierto al color cambiante de la arena de las dunas, se sumaba el increíble silencio, solo roto por alguna risa de grupo, o indicación de nuestro guía camellero. Realmente teníamos la impresión de dejar atrás todo y vivir una aventura como ninguna hasta ese momento.

Después de un camino que a mí se me hizo corto, por lo que lo disfruté, llegamos al campamento Bereber, donde nos esperaban nuestras jaimas donde dormir. Hace años tuve la suerte de vivir el desierto en un viaje corporativo, desde entonces esperaba el momento de poder volver a disfrutar de una experiencia única como aquella, y desde luego que ahora, junto a mi mujer María, lo disfruté doblemente.

El campamento estaba muy bien acondicionado, tradicional, pero con todo lo necesario para una estancia muy cómoda. Por una parte las jaimas, individiales, con una buena y amplia cama y una jaima de servicios. Por otra el campamento, todo alfombrado, con la jaima cocina, y donde sentarnos para compartir, además de las mesas donde cenar.

Un té magnífico para recibirnos, y tras acomodar el equipaje, a disfrutar de las dunas, subir, bajar, sentir la arena con los pies descalzos, compartir  risas con otros miembros de otro grupo que nos visitaban desde México, hacer fotografías, y sobre todo, comtemplar la puesta de sol sobre una duna, que espectáculo más maravilloso. Incluso un poco de divertidísimo surf en la duna.

Nuestro guía toca “rancho” desde el campamento, bajamos la duna, nos refrescamos en la ducha y a cenar. Una copiosa y magnífica cena preparada por nuestro guía camellero, un bereber cuya casa es el desierto y sus costumbres. De ellas hablamos, del desierto, de sus historias, de su gente, hasta que entre este, nuestro guía Moha, y dos o tres amigos más que no se muy bien de donde salieron, se formó un grupo musical con tambores y otro instrumento que no se como se llama, el resultado? juerga de tambores hasta bien tarde 🙂 . Comenzaron ellos, luego nos fueron invitando a participar, enseñándonos el ritmo de estas danzas del desierto, cantos, bailes y tambores, hasta bien entrada la noche. Luego refresco y a dormir.

Que pasa? son las 4:30 de la mañana, quien llama?, nuestro guía. Lluvia de estrellas, lluvia de estrellas, nos vestimos rápido y junto a varios de otro grupo, pudimos contemplar tumbados en la arena, como una lluvia de estrellas atravesaba el ya increíblemente tupido manto de estrellas en el cielo. En el desierto, sin ningún tipo de contaminación lumínica, es cuando realmente ves el espectacular cielo que nos rodea. Hay cientos, miles, millones de estrellas, y allí puedes verlas, no hay separación entre ellas, son una piña, realmente espectacular, inolvidable. Tras un tiempo que no sabría cuantificar, de vuelta a la jaima, para dentro de muy poco volver a levantarnos.

Noche intensa, desde luego poco descanso, pero meció la pena. Tempranito arriba, un buen desayuno en el campamento y a los camellos, si bonito es el atardecer, para que hablar del amanecer en las dunas, hasta que no lo ves no te lo imaginas. Devuelta a Merzouga, donde nos duchamos en el hotel, recogimos el equipaje, el coche, y emprendemos viaje de vuelta a Marrakech.

 

Con el final de etapa programado en Marrakech, ponemos camino por el Valle de Ziz hasta llegar a Erfoud,  que se encuentra en la desembocadura del río Ziz y está rodeada por un amplio palmeral, con muchas tiendas, cafeterías, y lugares donde admirar los fósiles. Visitamos la cantera de fósiles, uno de los yacimientos de fósiles marinos más grandes del mundo, de más de 360 millones de años de antigüedad, que nos hablan de un tiempo remoto en que el desierto del Sahara era un gran océano. Vimos como los transforman en verdaderas obras de arte, mesas, lavabos y otras piezas dignas de atención, realmente interesante. Tras comprar algunos recuerdos realmente bonitos, como un joyero en forma de corazón hecho en mármol, seguimos ruta.

Pasamos la montaña de Amgoun,  para llegar al Valle de las Rosas, con sus aromas embriagadores esta formado por hectáreas de rosales, cuyo aroma se aprecia durante todo el mes de mayo, un paisaje deslumbrante y encantador. El cultivo de las rosas la destilación de esencias y la producción de perfumes son las industrias más importantes de este lugar.

Seguimos para admirar el palmeral de Skoura que está situado en un lugar estratégico cruce de varias rutas entre el Atlas y el desierto y en la confluencia de los ríos Hajaj y Madrí, que con gran virulencia traen aguas ocasionales del alto Atlas.

En este oasis de verdor, ademas de 700.000 palmeras, se da una gran concentración de Kasbahs (castillos de adobe), al rededor del, muchas de las cuales han sido reconvertidas en hoteles, lo que esta permitiendo su supervivencia y es uno de los motivos por los que es elegido como lugar de parada por los viajeros.

Seguimos camino parando en cada rincón que nos llamaba la atención, o que nuestro guía Moha nos indicaba que debíamos conocer un poco más de su historia hasta llegar de nuevo a Ouarzazate, donde paramos para almorzar. Vamos a almorzar La auténtica pizza bereber, es, y era el alimento de los nómadas en las montañas del desierto. Cocinada a fuego lento entre ascuas, piedras y arena a modo de horno. Rellena de patata, cebolla y zanahoria, una delicia, ¿quien se resiste?.  Pues nada, a almorzar antes de atacar de nuevo el Atlas para hacer noche en Marrakech.

Ya en Marrakech, y una vez acomodados en nuestro hotel a dos pasos de la Plaza Roja, ante una taza de té, nos despedimos con un poco de tristeza y un fuerte abrazo de nuestro amigo, guía y socio, Moha Osaadi. Quién nos había abierto las puertas de su mundo, transmitido desde su nacimiento por su padre nómada y criador de camellos, el desierto, para que podamos transmitirlo de corazón a nuestros viajeros. Y seamos testigos fieles de que cada pueblo, cada país, cada persona, encierra un verdadero tesoro en su corazón para todo aquel que quiera conocerlo y formar parte de el.

Por la noche, la imprescindible visita nocturna para despedirnos de la plaza Roja, una cena maravillosa, como siempre en la terraza de un restaurante a la luz de la luna, y de vuelta al hotel. Mañana toca madrugar de nuevo para un día de ruta por carretera hasta Tánger, donde nos espera el Ferry y de vuelta a casa, un poco tristes, con ganas de poder dedicar más tiempo a disfrutar de tantos rincones, momentos, anécdotas, paisajes, pero viajar es eso; vivir cada momento y disfrutar del camino en cada salida hasta regresar a casa, para comenzar a organizar la siguiente aventura.

Emilio Dominguez
emiliodh@viajes-personalizados.es
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